Juana está en una mesa de la terraza, sola, observa su copa, la agarra por el pie y la agita para que el vino gire en su interior.

Está sentada con las puntas de las deportivas apoyadas en el suelo, se acomoda en la silla que le parece algo estrecha. Ha ido poco a poco, pero irremediablemente, aumentado de peso con el paso de los años, la comida es el único placer, más bien consuelo, que le queda. Viste de del color de su vida, el gris, que se convierte en transparente para la sociedad, una mujer “normal” 

¿O no?

Saca de su bolso bandolera un móvil, desliza el dedo índice por apantalla de contactos hasta que llega a Maria y pulsa. 

  • ¿Como estás?
  • Bien
  • ¿Lo has hecho?
  • Si
  • Y… ¿Cómo te sientes?
  • Mejor que nunca
  • ¿Dónde estás?
  • En una terraza frente al Prado
  • No te muevas de allí, paso a buscarte en un momento

Cuelga el teléfono y lo deja sobre la mesa de metal, podría ser cualquier terraza, de cualquier bar, de cualquier ciudad, donde cualquier mujer de mediana edad ahoga su rutina en una copa de vino.

¿O  no?

De nuevo agita su copa y se concentra en la espiral que forma el vino en su movimiento, está como hipnotizada. En su cabeza vuelven las imágenes de aquella mañana como si fuera una película.

Le preparó el desayuno a su marido, pero en está ocasión el café llevaba un condimento muy especial, su libertad. Cuando oyó el golpe de su cuerpo sobre la mesa de la cocina, entró y sacó de la nevera una de sus plumas de insulina para que no volviera a despertar. Nunca hubiera sospechado que un cuerpo inerte fuera a pesar tanto y que tuviera problemas para meterlo en el arcón congelador de la cocina, justo debajo del pedido de carne de cerdo para todo el año.

El móvil vuelve a sonar, la pantalla pone: “Maria”

  • Ya bajo por Castellana, es difícil aparcar, para espérame en la esquina. 

Juana paga su cuenta, al guardar el monedero en el bolso ve los billetes de avión a Paris, los saca y comprueba por vez mil el nombre, hora y destino, vuelo de las 21:30 a una nueva vida.

Se levanta y acude al lugar de encuentro, allí la recoge un coche conducido por una mujer, para todo el mundo se trata de la rutina de dos amigas que van a dar una vuelta un viernes noche.

¿O no?

Miriam E. Monroy

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1 month ago