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La vida a 50cm del suelo

La vida a cincuenta centímetros del suelo pasa inadvertida en el bullicio de la ciudad, Luci es una perra callejera, ha consumido la mitad de su vida entre las noches del Retiro y los días deambulando por las calles, buscando algo de comida entre los turistas que llenan el Paseo del Prado, sola, sin compañía ni humana ni animal.

En una mesa de esas terrazas, siempre la misma, Isabel pasa las tardes leyendo, es una mujer alta, delgada, pelo cano sujeto en una coleta y gafas estilo Lennon.

Ese es el sitio preferido por Luci para buscar suerte, se aproxima por la acera, va pegada a la pared y con el hocico a ras de tierra, olisqueando, intentando pasar inadvertida entre los transehúntes. Cuanto llega a la plaza levanta la cabeza, las orejas y empieza a mover el rabo. Se acerca a una familia, se sienta al lado del hijo mayor y levanta las dos patas delanteras. El crío empieza a tocarla y le agarra por las orejas, ella aguanta estoicamente a la espera de su recompensa, que en este caso se limita a una patada para que se aleje.

Hoy aún no ha comido, tiene que seguir intentándolo, los humanos suelen responder con alimento a sus piruetas y a dejarse acariciar. Esto último le resulta bastante molesto, pero a fin de cuentas es necesario, como parte de la transacción comercial que le permite subsistir. Es un pago en especie, incluso podría decirse en carne.

Lo intenta con una pareja, se coloca al lado de la mujer,  pasa la cabeza por su regazo y sonríe, en esta ocasión el acto sí es correspondido con una caricia a lo que contesta levantando la patita. Su actuación le vale para llevarse las sobras de la paella que sirven de aperitivo. Con la barriga ya llena se hace un ovillo a las puertas del ministerio de sanidad de la calle castellana.

Luci es la reencarnación de una poetisa que murió de pena cuando vió como se demolió el palacio de Xifré en esa España que cambiaba el arte por el hormigón.

– ¡Ayuda!, ¡Ayuda!

Mueve las orejas para identificar de dónde proviene el sonido y ve a un hombre que está sujetando por el cuello a Isabel, se levanta, corre en su ayuda y se tira al agresor mordiéndole a la altura del muslo. El hombre le aparta de una patada y sale corriendo.

Cada día al volver a casa, sin pedir nada a cambio, la mujer le lleva una cubeta a Luci y la coloca a su lado para que tenga agua fresca, nunca quiso nada, no vendió su amabilidad por carantoñas vacías, ayudaba desinteresadamente a alguien que lo necesitaba.

La mujer se arrodilla y abraza a la perra, que por primera vez se siente querida, se miran a los ojos y las los almas conectan, a partir de entonces siempre estuvieron juntas

Miriam E. Monroy

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1 month ago