las escenas del comercial
Kulturetas
José cuida el desaliño de su barba blanca y poblada, así como el descuido de su atuendo, no vaya a ser que su imagen, no refleje de manera adecuada su intelecto superior. Cada noche aprende palabras esdrújulas de sesudos tratados, para por la mañana lanzar sus peroratas, y así epatar al auditorio que lo sigue con más devoción que conciencia.
Esta mañana ha quedado en el Café Comercial. Su pupilo le escucha al otro lado de la mesa, también peina canas y tiene los ojos grises. Están muy abiertos para captar la sabiduría que emana de cada uno de los poros de su maestro.
El vómito de conceptos filosóficos se confunde con el murmullo del fondo del salón, proveyéndolo de una intelectualidad por la cual deberían de ofrecerle descuento en ese cortado, que llevan tomando desde la última hora y media.
Son como la lámpara barroca con tulipa de hace cuarenta años que decora el local, aportan lo mismo al mundo que el mobiliario desfasado.
Cuando el camarero empieza a montar las mesas para la comida, el aprendiz de nada paga y salen los dos hacia la avenida de los filósofos que nunca existieron. Por el camino se les van cayendo los pensamientos vacíos y tópicos, que cada tarde ensayan frente al espejo, para complacer a la única persona que son capaces de querer: ellos mismos.
Miriam E. Monroy
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1 month ago