vivir a través del arte

Iglesia Auvers Sur Oise III 

El 20 de mayo de 1890 el tren procedente de París se detuvo en la estación de Auvers Sur Oise. Un personaje singular y holandés, con cuatro telas bajo el brazo y una carta de presentación, descendió de él.

Vincent llevaba viviendo más de un año de forma voluntaria en el sanatorio mental de Saint Paul de Mausole, muy cerca de Sant Remy de la Provence. 

<< Este entorno empieza a pesarme más de lo que podría expresar; he mantenido la fe más de un año. Necesito aire, me siento sumido en el aburrimiento y la pena, ya no puedo más, esto tiene que cambiar aunque sea como último recurso. El 15 de mayo es mi fecha límite>>

Isabella conocía el lugar de donde Van Gogh procedía, tenía muy presente la estancia donde se recluía y las vistas que durante más de doce meses coparon sus miradas.

Era otoño de 2012 cuando impulsada por la exquisita gastronomía, los paisajes de color lavanda y la oferta cultural impresionista, inició un viaje con su pareja destino Provenza Francesa. La ruta elegida para la ocasión fue Nimes, Arlés, Saint Rémy de  Provence, Avignon y la Camargue.

En Arlés y Saint Rémy Isabella pernoctó exprimiendo todo el tiempo que pasó…

Una vez leí la frase: podrás olvidar lo que viste o lo que te dijeron, pero nunca olvidarás como te hicieron sentir y no puedo estar más de acuerdo. 

El Café Van Gogh de Arlés, fue el catalizador que abrió las blindadas puertas a la madriguera por donde me deslicé al mundo de Vincent. 

La obra de un artista, es un portal por donde se accede a su conciencia, a su alma y a su mundo. La contraseña de acceso es: SENSIBILIDAD.

Tengo la creencia que las madrigueras son portales, por donde puedes transferir tu energía y viajar en el espacio-tiempo.

Un día de feria paseando por mi pueblo, encontré un stand donde vendían láminas de artistas famosos para colorear. El fondo de la lámina era blanca, las formas estaban delimitadas por una pelusilla de color negro que separaban los espacios.

Elegí la única que tenían de Van Gogh y la compré. Pasé horas pintando aquel café, intenté elegir los colores más parecidos a la obra original y aplicarla en la lámina imitando las texturas.

Con fluidez, concentración e inmersión. Memoricé en mi mente y en mi subconsciente la escena, los tonos y la energía de Van Gogh de cómo experimentó su visión del café, una noche de septiembre de 1889.

El día que visité aquel café en aquel viaje a Arlés, ipso facto, me catapulté al pasado y al paseo de mi mirada entre los tubos de pintura de mi estudio, combiné los colores en la paleta. Escuché la calma de las olas romper desde la ventana del salón.  Mi mente creó un holograma en ese espacio-tiempo, en el que pasé un incierto tiempo pintando de nuevo.

Escenas similares se repitieron.

Las vistas nocturnas desde la ventana de la lujosa casa en Saint Rémy donde nos hospedamos, me proyectaron al aula de la facultad de económicas el día del examen de selectividad. En ese momento, mirando a las estrellas del cielo, empecé a sudar. Me invadió el nerviosismo propio de aquellos días donde te jugabas la nota para la universidad.

Una de las preguntas que me tocó desarrollar en la “Sele”, no era otra que la famosa obra “La noche estrellada” de Van Gogh.

Aquella noche en Saint Rémy también me transporté a Nueva York, los nervios eran los mismos pero en este caso de emoción, al estar delante del cuadro original en el Museo de Arte Moderno. 

La muerte te sorprendió, dejando inacabada la última obra impresionista que te pedí. El portal con el que poder regresar a los oscuros pensamientos del pintor se cerró para siempre. Todo y la voluntariedad y los ofrecimientos de mis conocidos para finalizar tu obra, nunca lo permití. Acabarla a manos de otro era una ofensa y mancillar tus últimas pinceladas no era mi plan.

El día amaneció frío, la primera parada después de desayunar fueron los yacimientos arqueológicos de Glanum.

Donde se encuentran las ruinas de un fuerte galo y un pueblo romano.

Habitada desde el siglo VII antes de J.C. Fue redescubierta a partir de 1920, de la cual se ha excavado un 10% aproximadamente del total.

Situada a escasos metros del sanatorio de Van Gogh, es una visita muy interesante dada su buena conservación y sus no muy extensas dimensiones.

El plato principal de aquel día, era la visita que le seguía a tanta piedra. 

El sanatorio de Saint Paul de Mausole. Lugar donde estuvo ingresado de forma voluntaria Van Gogh y donde pasó poco más de un año, antes de su partida a Auvers, localidad que le vio morir.  

Accedimos al complejo a través de una gran reja antigua, sin saberlo y por error acabamos la parte más nueva del sanatorio que todavía sigue en uso. 

Una vez aparcamos, bajamos del coche y fuimos caminando en búsqueda de la puerta de entrada. De repente escuchamos unos escalofriantes e impactantes gritos que provenían del interior del centro. Nos miramos y como quien no quiere la cosa y sin añadir ningún comentario, nos metimos de nuevo en el coche. Recorrimos el perímetro y finalmente encontramos la puerta que buscábamos. Visitamos los jardines así como las diferentes estancias interiores. Dejando para el final la visita estrella, la habitación de Vincent Van Gogh.

Las sensaciones de caos, frío y desequilibrio me impregnaron la piel y la mente. Observé las sucias paredes de color verde indeterminado, el suelo de baldosas color teja, cuadradas, irregulares y gastadas. El autorretrato oscuro y tenebroso de trazos locos y nerviosos colgado en la pared justo encima de una antigua cama de hierro, esas que tienen tantos muelles como ruido. Había una silla a los pies del colchón, con un feo tapizado floreado que hacía juego con el cuadro apoyado sobre el baúl de la pared colindante.

Aquel lugar no era para nada reconfortante.

Tras el impacto inicial me dirigí por inercia a la única ventana que había en la estancia, al igual que hago cuando entro por primera vez a una habitación de un hotel.

Sin duda, lo que más llamó la atención, fueron los siete barrotes de hierro tipo cárcel, que separaban la intimidad de la libertad.

A través de esos barrotes, en un plano lejano, se divisaba un pequeño montículo plagado de  árboles con hoja perenne. El muro de piedra delimitaba el plano medio, en él se observaba una humilde construcción amarilla  tipo caseta de  jardinero y finalmente en primer plano las diferentes tonalidades de verde y lavanda de los campos impactaron en mi retina.

Absorta en mis pensamientos, intentando imaginar que se le pasaría a Vincent por la cabeza tras pasar semanas sin salir de aquella habitación, con aquellas únicas vistas.

Llegó el momento de irse, no sin antes sacar mi móvil para congelar la imagen como futuro recuerdo, desconociendo que aquella visión se convertiría en un eterno portal para llegar hasta ti.

Nada más llegar a casa la imprimí y te la di. 

¿Puedes pintar un cuadro con esta imagen, pero sin los barrotes?, son las vistas desde la habitación de Van Gogh del sanatorio de Saint Rémy. 

 Claro.

Durante las siguientes semanas de otoño e invierno, seguí con interés la evolución de tu obra. Mostrándome tus avances y comentarios, cada vez que pasaba por casa.

Una fatídica y sorpresiva mañana de viernes, un acontecimiento inesperado, cambió el transcurso de tu vida, la mía y la del cuadro.

Tu obra quedó inacabada, preservada y guardada a cal y canto.

Aquellas vistas de la ventana de la habitación de Van Gogh han quedado unidas y selladas a ti, a tu muerte y a todo aquello que en este mundo queda incompleto.

La locura de Van Gogh se apoderó de mí ese terrorífico día y mirando tu lienzo incompleto murmuré:

<< Este hecho empieza a pesar más de lo que podría expresar; he intentado mantener la calma. Necesito aire, me siento sumida en la pena, ya no puedo más, esto no puede ser verdad.  El 18 de enero fue su fecha límite>>

Me prometí viajar algún día al museo de Hamburgo, donde se encuentra el cuadro finalizado de Van Gogh. El mismo que mi padre pintó y no acabó. Sé que en ese cuadro se encuentra la puerta oculta de la madriguera para llegar a ti.   

Isabella desconcertada en aquel cementerio, desconocía por completo que aquel mismo día llegaba a Auvers Sur Oise Vincent Van Gogh.

Candela Decadente

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1 month ago