Con el primer sorbo de Brandy de Jerez, a Carmen se le erizó el vello de su piel.
El sabor untuoso envolvió su paladar y los aromas seductores a madera con café, despertaron en ella profundas reminiscencias ya olvidadas.
Con el segundo trago, permitió que los matices de aquel líquido color caoba con reflejos dorados, la evocaran a tiempos pasados.
Comprehendiendo que aquel brandy no solo era una bebida para disfrutar, sino un vehículo para recordar.
Sintió la unión que en otra vida la vinculaba a una tierra, Sanlúcar de Barrameda.
Tras saborear su copa, partió en la búsqueda del susurro interno de la existencia de una vida pasada.
En el corazón de aquella tierra se reencontró con sus ancestros, su legado y una recién adoptada comunidad, con la que rememorar una historia infinita y eterna vinculada a un destilado espirituoso.

El Brandy de Jerez.