El Primer Beso de la Oscuridad

Nunca pensé que una noche de rutina cambiaría mi vida para siempre.

Mi nombre es Valeria Doria, inspectora de policía. Aquel turno empezó con el aviso de un posible allanamiento en una galería de arte. Cuando llegué, todo estaba en penumbra, pero no desierto. Había alguien más entre las sombras.

La descubrí entre los cuadros, una mujer alta, de cabello negro como la tinta y labios rojos que parecían sangrar bajo la tenue luz de una lámpara. Observaba una pintura con una intensidad inquietante, como si quisiera devorarla con la mirada.

—¿Quién eres? —pregunté, con voz firme, aunque algo en su presencia me ponía nerviosa.

Ella se giró lentamente, sus ojos brillando con un matiz que no podía identificar.

—Soy Celia, restauradora de arte… y tú debes ser la ley —dijo con una sonrisa que no ocultaba su burla.

Avancé con cautela. Celia no intentó huir, pero tampoco parecía intimidada.

—No deberías estar aquí. Esto es una escena de un posible crimen.

—¿Crimen? —respondió, riendo suavemente—. Qué palabra tan aburrida para algo tan apasionante como el arte.

Mi paciencia empezaba a agotarse, pero entonces Celia dio un paso hacia mí. Su perfume, una mezcla de madera y flores nocturnas, me envolvió. Por un momento, olvidé por qué estaba allí.

—Tienes un rostro interesante —dijo, ladeando la cabeza, estudiándome como si yo fuera parte de la colección.

—Esto no es un juego —contesté, intentando recuperar el control.

Pero ella dio otro paso. Esta vez estaba demasiado cerca. Su aliento rozó mi cuello, y mi corazón empezó a latir con fuerza.

—¿Sabes lo que dicen del arte? Que solo tiene sentido si despierta algo en quien lo contempla… dime, inspectora, ¿qué despierto yo en ti?

No supe cómo responder. Era hipnótica, peligrosa… y tentadora. Antes de que pudiera reaccionar, su mano rozó mi mejilla. Su piel era fría, pero el roce me quemó. Mi cuerpo se tensó, una mezcla de deseo y alarma.

—¿Vas a detenerme? susurró cerca de mis labios.

Y entonces, lo hizo.

Su boca encontró la mía. No fue un beso dulce, sino demandante, provocador, un desafío en sí mismo. La besé de vuelta sin pensar, atrapada en algo que no entendía, pero de lo que no podía escapar.

Entonces, sin querer, mordí su labio.

Fue apenas un roce, pero suficiente para romper la piel. Unas gotas de su sangre tocaron mi lengua, calientes y espesas como vino añejo. El mundo se inclinó.

Mi cuerpo ardió en llamas.

Me aparté, aturdida. Un escalofrío recorrió mi columna, como si una tormenta eléctrica estallara en mi interior. Mi respiración era errática, mi pulso retumbaba en mis oídos.

Toqué mis labios.

—¿Qué… qué fue eso?

Celia se pasó la lengua por la herida con una sonrisa satisfecha. Sus ojos brillaban con un placer oscuro.

—Te he dado un regalo, Valeria. Ahora tú también despertarás emociones… pero nunca volverás a ser la misma.

Las palabras llegaron demasiado tarde.

El vértigo me envolvió, el suelo desapareció bajo mis pies. La última cosa que vi antes de perder el conocimiento fue su figura alejándose entre las sombras, dejando atrás el eco de su risa y el inicio de mi nueva existencia.

🩸 FIN 🩸

Candela Decadente

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25 Enero 2025