espacio en blanco

Al Otro lado del Espejo

Suena el pitido de la alarma, son las seis de la mañana, doy un manotazo a la pantalla del móvil y oigo cómo cae al suelo. Me doy la vuelta y hundo mi cara en la almohada.
– Venga solo cinco minutos más.
Siento una ligera presión en mi vejiga, trato de ignorarla para ganar algo de tiempo, pero la molestia va incrementándose hasta que tengo que salir disparada al cuarto de baño. El sonido del pis al caer en la taza me relaja y marca el inicio del día.
Me lavo las manos y la cara. Me apoyo sobre la piedra de mármol del lavabo y observo mi reflejo en el espejo. Las ojeras delatan más de una noche en vela.
Entro en la ducha, el agua que cae de la alcachofa del techo me recorre todo el cuerpo, cierro los ojos y me concentro en una gota que se desliza desde mi cuello corriendo por mi espalda para acabar en la rabadilla.
No llevo ni una hora despierta y es la segunda vez que quiero parar el tiempo, el vapor cubre todo el cuarto de baño, el ambiente se hace más denso, juego con los chorros de hidromasaje, siento su presión sobre mi piel.
– Diez, nueve, ocho, siete…
Cuando llego a cero cierro el grifo y salgo, piso el suelo y me erizo por el frío, me quedo frente al espejo. No se ve nada, al pasar la mano por la superficie se van condensando gotas de agua, entre las que se ve mi rostro.
Mi imagen me mira y se ríe, me quedo paralizada, una mano me agarra por la muñeca y siento un fuerte tirón. Como si de un baile se tratara, da una vuelta y me mete al otro lado del espejo y ella sale.
Allí está, delante de mí, en mi baño, mi respiración se acelera, no entiendo nada, el espacio tiene el tamaño de un vestidor y sólo está iluminado por la luz del otro lado. Me intento oponer pero una fuerza invisible me obliga a reproducir los gestos de quien está frente a mi. Empieza a reir, quiero gritar pero solo puedo reir. Se acerca al espejo y lo besa, noto unos labios fríos como el hielo, se da la vuelta y desaparece.
Recupero mi voluntad y golpeo la ventana que me separa del baño de mi apartamento con todas mis fuerzas hasta que sangran mis nudillos. Grito, me desgañito, pero nadie me oye. Cuando me abandonan las fuerzas me apoyo en la pared y caigo hasta sentarme en el suelo. Huele a humedad y empiezo a temblar, abrazo mis rodillas y lloro en silencio.
No se cuanto tiempo paso en esa postura, estoy paralizada, controlando mi respiración, solo espero despertar, tiene que ser una puta pesadilla.
Oigo unos gemidos, parece mi propia voz, me arrodillo y seco las lágrimas de mi cara. Al levantarme veo en la pared del dormitorio a mi imagen y mi chico desnudos, cuerpo contra cuerpo. Él muerde su nuca y la sujeta por las muñecas, el sonido empieza a subir de intensidad. Ella se da la vuelta, mira al espejo y sonríe. De nuevo esa fuerza irresistible me obliga a imitar sus gestos hasta que caen al suelo.
– ¡Jon! ¡Ayuda!
Grito una y otra vez hasta que agotada me coloco en posición fetal. Caen gotas de agua helada sobre mi cuerpo, no puedo parar de temblar y oigo voces desde la habitación.
– Espera cariño tengo que ir un momento al baño.
Mi imagen entra y con un pintalabios rojo escribe en el espejo: “Gracias por compartir tu vida conmigo”.

Miriam E. Monroy

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27 Octubre 2023