El ojo de Pau

Pau era un niño especial, nació con una deficiencia en su ojo izquierdo. Más que en el ojo el problema venía del nervio.
No se desarrolló lo suficiente durante el embarazo y le quedó el ojo vago. Veía luces y sombras, pero nada claro.
Durante su infancia llevó un parche en el ojo bueno, para forzar al nervio malo. El niño no veía nítido y se lo arrancaba siempre con las manos.
Finalmente, tras algún tiempo, sus padres y el oftalmólogo dieron por imposible solucionar el trago.
A Pau le encantaba jugar a fútbol, todo y que era diestro, el entrenador lo puso de lateral izquierdo para que pudiera ver el gol y evitar los balonazos en la cara. Para compensar la falta de nitidez, nació con el don de la palabra. Empezó a hablar mucho y antes de lo habitual.
En casa le llamaban niño viejo, ya que sus conversaciones eran más propias de un adulto que de un niño. Pau lo llevaba mejor que sus padres, que se veían obligados a responderle con un discurso más allá del sí, del no, del para y del quieto. En el colegio sacaba todo excelentes menos en gimnasia. Ser el primero de la clase lo convirtió en un niño un tanto repelente. Pero en el fondo todos se sentían muy orgullosos de sus capacidades intelectuales.
Desde pequeño Pau estaba obsesionado con ver mundo.
Contaba con trece años y nunca había salido de su pueblo, vivía en una localidad costera y las vacaciones de verano las pasaba entre el casal de fútbol en julio y la playa en agosto.
Deseoso de ver el más allá, después de mucha tabarra y con los excelentes en la mano, se presentó en casa y les dijo a sus padres que quería viajar.
Como sus padres ya lo veían venir, llevaban un año ahorrando las propinas para el despertar viajero de su hijo. Por lo que cedieron a sus súplicas y le dejaron escoger destino.
Pau no dudó ni un ápice cuando dijo:

– Quiero ir a Roma.


Motivado por su primera aventura fuera de casa, su ojo derecho devoró todas las películas que pudo de temática romana.
Ben-Hur del 1959, Ben-Hur del 2016, Espartaco, Gladiator, Código da Vinci fueron sus películas preferidas.
A Pau lo que más le llamaba la atención de aquel viaje era el Coliseo y la gastronomía. Era muy fan de los gladiadores, la pasta, la pizza y los helados. Se preparó el viaje a conciencia como los jugadores que se preparan para la final de la Champions.
Se encargó de la ruta, de las reservas a los monumentos más épicos y buscó en TripAdvisor las heladerías y los restaurantes mejor valorados.
Sus padres le acompañaron a comprar una bonita maleta rígida de cabina de color verde.
Su obsesión antes y durante el viaje, era encontrar pegatinas tanto de Italia como del Vaticano para pegarlas en ella. Igual que hacía con los cromos de fútbol, Italia iba a ser el punto de partida de su colección de banderas.
Llegó el día soñado y con él su primer vuelo en avión. Sus padres le cedieron la ventana del pasillo derecho para que disfrutara de las vistas con su ojo bueno. La primera parada nada más aterrizar fue el Trastévere, donde tenían reservado el alojamiento. Tras degustar los mejores espaguetis a la carbonara de su vida en el Nannarella visitaron el barrio tras el Tiber.
Las semifinales de los partidos de fútbol del mundial de 2022 se celebraban aquellos días.
Por las mañanas Pau se embelesaba con los monumentos y por la noche lo hacía con el fútbol.
La mañana del tercer día, habían estado visitando las catacumbas de San Calixto y el Circo Máximo. De regreso al apartamento, Pau se fijó en una inmensa cola que daba la vuelta a una iglesia.
Abrió su pequeña guía de viajes y descubrió que ese lugar era la iglesia de Santa María de Cosmedín y que allí se encontraba la boca de la verdad. Una enorme máscara de mármol, construida sobre un antiguo templo de Hércules.
Pau les dijo a sus padres:

– Cuenta la leyenda que si mientes la mano te muerde. Pero hay algo más que poca gente conoce. La boca de la verdad, es una antigua salida de alcantarillado.


La impaciencia y el cansancio acumulado de sus padres, que no estaban por la labor de esperar, mezclado con el miedo de no querer quedarse sin mano y la tormenta que estaba a punto de acontecer, hizo que intentaran postergar la visita para otro día. Pero sus esperanzas fueron infructuosas. Pau ya estaba en la cola y no lo pudieron despegar ni con agua caliente.
Por suerte empezó a llover y pasados unos minutos todos aquellos que no llevaban paraguas se diluyeron por la zona.
Pasados unos 25 minutos, Pau y sus padres se encontraban delante de la majestuosa máscara. Después de las fotos de rigor, en las que por suerte ninguno de los padres vieron amputadas sus manos. Pau se acercó a la máscara. Sabía que tenía muchas probabilidades de no quedarse manco porque él era un preadolescente muy ético y nunca mentía.
Puso la mano derecha para comprobarlo y no pasó nada.
En vistas que todo aquello pudiera ser una pantomima, Pau se aproximó para ver el interior de la ranura de la alcantarilla.
No logró distinguir nada con su ojo derecho, pero algo ocurrió con el izquierdo. El del nervio vago.
De repente, una luz muy blanca impactó en su córnea. Pasados unos segundos el destello se convirtió en una visión clara y nítida. La figura de un hombre fuerte y musculoso apareció de repente.
Era ni más ni menos que Hércules, el hijo del Dios Zeus y la mortal Alcmena. Pau lo había reconocido porque años atrás había visto la película de Disney. Sin despegar su ojo izquierdo del interior de la boca, observó aquel hombre de pelo largo, joven, fuerte y delgado. Portaba un garrote, una armadura y un peto de hierro. Hércules personificaba la fuerza, la resistencia y los altos reflejos. Ante aquella visión, se frotó su ojo izquierdo incrédulo y magnetizado, se volvió a arrimar.
De fondo pudo escuchar a sus padres decir:

– Pau date prisa que hay cola, tienes que meter la mano, no el ojo. Pau hizo caso omiso y volvió su mirada a la ranura de la boca. La figura del superhéroe seguía allí mirándolo.
De repente, Hércules levantó su escudo y Pau leyó la inscripción que había grabado en él.


“Te doy el poder de ver todo aquello que se oculta a la vista, usa tu poder sabiamente, ya que con él podrás comprender lo que muchos no pueden ver. La esencia de lo que te rodea”.


Tras leerlo, la imagen de Hércules desapareció de manera fulminante. Pau no creyó oportuno explicárselo a sus padres, intuyó que nada de todo aquello se lo iban a creer. Tampoco volvió a ver bien con su ojo izquierdo. Pero algo cambió desde aquel día. La no visión de su ojo izquierdo quedó sustituida por la intuición, el nervio óptico no era capaz de captar las imágenes del mundo exterior, pero sí podía captar lo que iba a acontecer, pudiendo Pau adelantarse a todas las jugadas.

Candela Decadente

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26 Mayo 2024