vivir a través del arte
Iglesia Auvers Sur Oise I
Durante sus primeros 25 años, Isabella creció y vivió entre cuadros.
En la residencia familiar, su progenitor había construido un estudio de pintura situado muy cerca de su propia habitación, de la cual emanaba día sí día también la típica fragancia a óleo y aguarrás.
En el pasillo que comunicaba dichas estancias, había colgada en la pared una litografía de un cuadro de Van Gogh. Pero la autoría de dicho cuadro, Isabella no lo descubrió hasta que tuvo edad suficiente para que el arte le llamara la atención.
Isabella cada vez que recorría dicho pasillo, se quedaba absorta delante de aquel enigmático cuadro.
Imposible calcular el tiempo invertido en el interior de aquella escena.
Imposible calcular las horas en que aquella imagen, había contemplado primero aquella niña y luego aquella adolescente.
El subconsciente de Isabella había integrado la totalidad de las onduladas formas, el azul cobalto del cielo, el torso de la campesina y aquella iglesia en movimiento.
Con los años, los genes artísticos y el interés por viajar, Isabella se plantó delante de uno de sus museos más fetiches.
El museo de Orsay en París.
Desestimó la audioguía en taquillas para ahorrarse un dinerillo y porque las obras más relevantes estaban acompañadas por un QR que se podían escanear para obtener toda la información relativa a los cuadros.
Isabella empezó a recorrer los largos pasillos de las salas, con la clara intención de llegar a sus pinturas favoritas, siendo la de los impresionistas.
Tras varios minutos de búsqueda, mapa en mano, se detuvo delante del cuadro que tantas horas había observado.
“La iglesia de Auvers-Sur-Oise 1890”
Enfocó con la cámara de su Iphone al QR y segundos después un sutil vórtice energético apareció de aquella pared.
Isabella no dudó en dar un paso al frente, para fijarse en aquello que estaba pasando, momento en el que la espiral la succionó.
Tras un tiempo sin determinar, deslizándose por un tobogán espacio tiempo, apareció en un pequeño pueblo.
Lo primero en lo que se fijó fue en la ausencia de las placas con los nombres de las calles.
Mareada y asustada por aquel extraño viaje, cogió su móvil y vio que carecía de conectividad.
Isabella se ponía nerviosa cada vez que perdía la conexión a internet. Pero en esta ocasión los nervios fueron reemplazados por pánico.
Guardó el móvil y empezó a caminar con el fin de descubrir dónde se encontraba.
A unos metros del lugar vislumbro a una mujer de anchas caderas vestida con un gran faldón azul esmalte, una camisa blanca y un pañuelo blanco en la cabeza.
Isabella la reconoció, nunca había visto su rostro, pero sus ropajes y su constitución le eran familiares.
Es la campesina del cuadro que hace unos minutos estaba observando. Pensó.
Su instinto hizo que las primeras palabras que compuso con sus cuerdas vocales fueran en su horrendo francés:
- Bonne nuit, ça va?
La reconocida campesina no solo no contestó, sino que aceleró su paso.
Cruzó por una gran puerta de hierro de color verde e Isabella la siguió.
Tras unos metros, levantó la vista y asombrada, divisó la iglesia gótica de Auvers-Sur-Oise que tantas veces había visto representada en el cuadro de Van Gogh.
- Bueno, al menos sé donde estoy, ahora me falta saber cuándo. Dijo en voz alta.
Isabella miró el reloj del campanario de la iglesia y marcaban las 7.
El sendero serpenteante se bifurcaba, rodeando y estrangulando el templo.
Intuyó que la campesina tomaría el camino de la izquierda igual que la representación de la lámina y no se equivocó.
Sabía la hora que era, pero no tenía ni idea del día ni del mes y mucho menos del año.
Tanto por los ropajes de la campesina como por el lugar intuyó muy a su pesar que no se encontraba en el siglo XXI.
Para dar crédito a sus pensamientos se dirigió al cementerio de la localidad, situado a unos 300 metros de donde se encontraba.
En COU hizo un trabajo sobre Van Gogh y si la memoria no le fallaba sabía que la tumba se encontraba en el mismo cementerio de esa localidad, concretamente a unos 300 metros de la iglesia.
Traspasó la puerta de hierro de color blanca del campo santo y se dirigió hacia la izquierda siguiendo el muro. Al llegar al final dobló a la derecha donde se suponía que estaban enterrados los dos hermanos.
La tumba de Vincent y la de Theo Van Gogh no se encontraban allí.
- Vincent Van Gogh está vivo. Exclamó
Los tres primeros pensamientos posteriores, fueron en forma de pregunta y asediando su mente se abrieron paso en voz alta.
- ¿Conoceré a Van Gogh?
- ¿Recuperaré el 4G?
- ¿Cómo volveré a casa?
Isabella no sabía apenas francés, lo peor era que solo llevaba algunos euros en el bolsillo justo los que se había ahorrado de la audioguía, pero por descontado ningún franco.
Continuará…
Candela Decadente
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1 month ago