vivir arte a través
Los fantasmas del Reina Sofia I
En eso que llaman la España vaciada, hay más población en los cementerios que en las calles. Si cruzas la vieja Castilla por una autovía, verás lo que queda de algún torreón de un castillo olvidado, el esqueleto de una no tan pequeña iglesia y la fachada de casas que en otra época eran de postín. Se intuye el trazado urbano que confluye en una plaza donde ya ni juegan los niños, ni bailan los mozos, ni charlan los ancianos.
Por una de esas carreteras, la de la Coruña para más señas, circula un vehículo que vuelve a casa tras pasar un fin de semana en la capital, en el interior del monovolumen un crío repite ya casi con angustia
- Papá, para, tengo pis
- Por dios Pepe, para, que el niño se lo va a hacer encima
- Pero si acabamos de echar gasolina y no tenía ganas, vamos fatal de tiempo, veo que no llego para ver el partido.
- Mira, ahí hay una desviación, no vamos a tardar nada y como se mee puede que veas el partido, pero te juro que la semana que viene duermes en el sofá.
De mala gana toma la desviación que lleva a La Nava del Duque. El pueblo lleva décadas en estado de abandono. La madre saca al niño de la silla y en el muro de atrás de la iglesia le baja los pantalones.
Pepe sale del coche a fumarse un cigarrillo, mientras espera a que la operación finalice, llama a su amigo Manolo.
- ¿Qué tal tío? Ya solo me quedan dos horas, nos vemos en el bar, que hoy hay partido
- Pensé que no llegarías, ¿Qué tal por Madrid?
- Muy bien, fuimos a ver el Rey León y de paso visitamos el Bernabeu y nos comimos un bocadillo de calamares con una cerveza, lo único malo es que la hermana de ésta se empeñó en que fuéramos a un museo y ya sabes como se pone…
- Si soy yo, me quedo en el bar de enfrente tomando una caña, eres un calzonazos
- Además no era ni bonito, los cuadros los podría haber pintado un chiquillo de diez años, espera que busco el panfleto
Se estira y saca del bolso de su señora un cuadernillo.
- Mira pone Reina Sofia, en el Prado al menos hay paisajes, santos, es otra cosa
La conversación sobre las vanguardias en la pintura española se acaba en cuanto el niño está listo para volverse a montar en el coche. Da una última calada, tira el cigarro y la guía de arte, no se cual de los dos cosas con más desprecio. La familia continúa su viaje hacia su ciudad de residencia.
Ese día hay luna llena, cuando sus rayos iluminan la iglesia la construcción vuelve a lucir como en sus mejores años, lo mismo pasa con el castillo, las casas, la plaza con los soportales formados por los balcones de palo, el ayuntamiento y enfrente, el bar España.
Se abre la verja de hierro del cementerio, el chirrido del metal oxidado cada vez es más fuerte, dentro de poco se oirá hasta en la ciudad. De su panteón sale Eugenio, el alcalde, vestido con el traje de domingo con que fue amortajado, de la parte alta de los nichos desciende, no sin dificultad, Santiago, el cabo de la guardia civil, con su uniforme de gala.
- ¿Cuánto tiempo?
- Si, desde la última Luna
- Vamos a buscar don Teodoro, ya debe estar esperándonos a la puerta de la iglesia
Salen del cementerio y se acercan al atrio de la iglesia, donde está protestando un hombre con sotana
- ¿Ya estamos así? – Dice el alcalde
- No me fastidies, estoy harto de que paren al lado de la iglesia a mear, cagar o cosas peores, en este país ya no hay respeto, lo dejan todo hecho una mierda
Coge el folleto del suelo y sin siquiera mirarlo se lo mete en el bolsillo.
Los tres se dirigen al bar del pueblo, donde como parte de su condena repiten en modo de bucle la misma partida de mus.
Entran en el local y se sientan en su mesa, tiene el tapete verde y una baraja de cartas, Santiago pregunta al camarero que está secando los vasos con una bayeta, de no estar muertos acabaría con ellos de una infección.
- ¿No ha llegado Pedro? Parece que se retrasa.
- Aún es pronto, sabes que la cuneta está a las afueras del pueblo y viene a pie.
- Pues vete sacando una botella de vino y cuatro vasos
Mientras el camarero está sirviendo suena la puerta, se trata de Pedro, el maestro de escuela
- A las buenas noches, ya veo la educación de los señores, ya ni esperan, si tenemos toda la eternidad para entendernos.
- Eso para cuatro españoles es poco tiempo.
Se saludan como caballeros y comienza la partida, según van pasando manos y vasos de vino va subiendo el tono de la discusión. Empiezan como los cuatro niños que compartían juegos en las calles del pueblo, entre risas y anécdotas, continúan discutiendo como jóvenes, que compiten por las chicas, las ideas y su visión del mundo, para acabar como los hombres que fueron capaces de retarse a muerte en una guerra: el alcalde firmó la sentencia del maestro de escuela, que fue fusilado por el guardia civil, después de que el cura le ofreciera confesión para salvar su alma.
Ninguno de los cuatro vería iniciarse la década de los cuarenta del siglo veinte, al cura lo mataron unos guerrilleros de paso por el pueblo, el guardia murió en el frente y el alcalde se metió un tiro cuando se enteró que había firmado la sentencia de su propio hermano, no fue capaz de contárselo a su madre.
Cada luna se juega una partida a muerte, se repite aquella escena parada en el tiempo y el espacio. En esta ocasión, ya ciegos por el alcohol comienza la pelea. Pedro coge del pecho a don Teodoro y le empuja contra la mesa, la vajilla sale volando, los vasos se estrellan contra el suelo y estallan, pero en esta ocasión algo es diferente, del bolsillo del cura cae el folleto.
Lo recoge Eugenio y empieza a hojearlo
- ¡Parad un momento! Mirar esto, Pedro tu eres el intelectual ¿Qué te parece?
Como si hubieran despertado de un hechizo, se ajusta la camisa y ayuda al sacerdote a levantarse.
- Teo, perdona, yo no quería, es la puta condena, repetir una y otra vez lo mismo, en el bar España no se aprende de los errores.
- Si, pero esto es distinto, no había pasado nunca, yo no quiero que nos matemos cada luna, ya solo quiero descansar.
El cabo le quita el folleto de la mano al alcalde y se lo ofrece, el maestro lo revisa con cuidado.
- Se trata de un museo en Madrid, no se lo que significa, pero podemos intentar acercarnos, aparece la dirección, aquí hay un plano
- Yo conozco esa zona, está al lado de la estación de Atocha, ese edificio creo que era un hospital – comenta el alcalde
- Tenemos que ir, voy a por la furgoneta al cuartel y salimos para Madrid.
Los cuatro hombres salen del bar hacia el cuartel para coger la furgoneta y poner rumbo a la capital
Sigue leyendo, “Los fantasmas del Reina Sofia II” AQUÍ
Miriam E. Monroy
/
1 month ago